Aprender a convivir además de ser el objetivo principal del sistema educativo, es unos de los desafíos fundamentales que se plantea la educación del siglo XXI.
Es uno de los cuatros pilares que contiene el informe a la UNESCO de la comisión internacional sobre educación para el siglo XXI (Delors 1996), aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás.
El referido informe considera que la educación constituye un instrumento indispensable para que la humanidad pueda progresar hacia los ideales de paz, libertad y justicia social.
Para poder lograrlo debemos formar personas solidarias, respetuosas, tolerantes, reflexivas a través de procesos, actividades y estrategias que conlleven al dialogo permanente, a la integración y a la resolución pacífica de los conflictos.
La escuela –como laboratorio social- está llamada a generar un espacio donde cada integrante de la comunidad educativa se sienta valorado, seguro y respetado, para que así aprenda a respetar a los demás, en una sana convivencia sin prejuicios, discriminaciones ni estereotipos.
El Derecho Educativo por medio de la escuela y las normas de convivencia,  es la única vía que puede lograr un desarrollo humano más armonioso, más genuino, que logre la integración y la paz.
El objetivo de aprender a convivir debe darse en forma implícita en todo proceso educativo, en concurrencia con el aprendizaje de una convivencia democrática y pacífica.
El avance científico-tecnológico, y la globalización económica y cultural no han resultado suficientes para frenar la intolerancia, la violencia, la agresión física y verbal, la injusticia y otros males de esta época, que no solo están presentes en la sociedad, sino que también ha llegado a la comunidad escolar.
El Derecho Educativo -por medio de su plan (PDECE)- propone una estrategia que se desarrollará en jornadas de aprendizaje de valores y reflexión, que permita concientizar a toda la comunidad escolar, sobre la necesidad de aprender a vivir juntos priorizando los objetivos comunes a logros personales o de grupos.
Esto se debe lograr en la tarea cotidiana actualizando los compromisos de convivencia y respeto irrestricto a las normas creadas y modificadas con la participación de toda la comunidad educativa.
 
 
 
Tensiones a superar para facilitar los compromisos de convivencia.
 
En el informe Delors se plantea superar las tensiones que están en el centro de la problemática del siglo XXI.
Superar la tensión entre lo mundial y lo local le permitirá a las personas integrantes de la comunidad escolar, sin perder sus raíces y participando activamente de la vida nacional y las comunidades de base convertirse en ciudadanos del mundo.
Superar la tensión entre lo universal y lo singular dejando de lado su propia cultura para adoptar progresivamente todas las culturas mundiales en un acto de integración de la persona, sin discriminación ni juzgamiento alguno.
Superar la tensión entre tradición y modernidad adaptándose sin negarse a sí mismo, edificando su autonomía en dialéctica con la libertad y la evolución de los demás; dominando el progreso científico mediante el conocimiento y desarrollo de las nuevas tecnologías digitales y de la comunicación.
Superar la tensión entre el largo plazo y el corto plazo dejando de lado el predominio de lo efímero y de la instantaneidad que conduce a la concentración en los problemas inmediatos, dejando de lado resolver los problemas encontrados mediante una estrategia paciente, concertada y concientizada de transformación.
Superar la tensión entre la indispensable competencia y la preocupación por la igualdad de oportunidades dejando de lado la presión de la competencia para canalizar la misión de dar a cada ser humano del ámbito escolar los medios de aprovechar todas sus oportunidades; usando el concepto de educación durante toda la vida, para conciliar la competencia que estimula, la cooperación que fortalece y la solidaridad que une.
Superar la tensión entre el extraordinario desarrollo de los conocimientos y las capacidades de asimilación del ser humano; para lo que será necesario escoger, en una clara estrategia de reforma, preservar los elementos esenciales de una educación básica que enseñe a vivir mejor mediante el conocimiento, la experimentación y la formación de una cultura personal.
Superar la tensión entre lo espiritual y lo material, siendo la tarea de la educación suscitar en cada persona integrante de la comunidad escolar; según sus tradiciones y sus convicciones y con pleno respeto del pluralismo; una elevación del pensamiento y el espíritu hasta lo universal y a una superación de sí mismo.
La supervivencia de la humanidad y la paz depende de ello.
 
 
 
Aprender a convivir es una necesidad urgente de todo programa educativo.
 
El aprendizaje de una convivencia democrática y pacífica cobra mayor urgencia por los tiempos que estamos viviendo, en lo que la violencia impregna todo el tejido social.
En este aprendizaje de la convivencia no solamente debe ser un actor principal la comunidad educativa de cada establecimiento escolar, sino los medios de comunicación social
Los docentes están dispuestos a trabajar en programas para favorecer la convivencia en la escuela.
El docente en ejercicio y los futuros profesionales de la educación deben tener la posibilidad de recibir una formación teórico-práctica sobre las normas de convivencia y los compromisos asumidos por la comunidad educativa para su cumplimiento,  basado en la participación comunitaria, los valores de la cultura de paz y la concientización del objetivo del bien común.
La alfabetización de los miembros de la comunidad educativa y los docentes en particular, sobre la afectividad y la ternura debe ser un objetivo de cualquier plan educativo por su inequívoca relación con la convivencia.
Los humanos nacieron para vivir, como si vivir y amar fuera una misma cosa, para amar hay que aprender amar y solo se aprende a hacerlo cuando se es amado; el afecto es una necesidad fundamental; es la necesidad que nos hace humanos.
Por lo tanto la incidencia de la afectividad en la convivencia es fundamental y los docentes que llevan años de práctica en la profesión habrán detectado en numerosas ocasiones como ciertos problemas de convivencia tiene su origen en una falta o deficiente desarrollo de la afectividad.
La ternura es un paradigma de la convivencia que debe ser fundamental para su desarrollo.
En la formación del docente, sea cual sea su nivel educativo o la materia que vaya a impartir, es imprescindible formarlo y/o capacitarlo para generar en el aula como en la escuela un clima de convivencia.
En definitiva el aprendizaje de la convivencia no puede ser una tarea improvisada o circunstancial, sino un plan determinado como el que propone el Derecho Educativo, para la conformación de los Consejos Escolares, la formación democrática, mediante la participación en la creación y reforma de toda norma de convivencia que requiera la escuela, y la aplicación de los valores de la cultura de paz.

Aprender a convivir significa conjugar la relación igualdad y diferencia para formalizar los compromisos de convivencia.