Derecho Educativo
El Derecho Educativo es el principal derecho humano

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RAUL EDILBERTO SORIA VERDERA: Es abogado y docente ha escrito extensamente sobre el Derecho Educativo; trabajó en escuelas secundarias y terciarias y en el asesoramiento legal del Ministerio de Educación de Catamarca. Fue profesor titular Universitario y se formo en posgrado de Derecho Público. Participó en Congresos y Paneles y dicta cursos y seminarios sobre Derecho Educativo. Es fundador y Director del CENTRO DE ESTUDIOS, INVESTIGACIÓN Y CAPACITACION EN DERECHO EDUCATIVO. Actualmente asesora a escuelas, docentes y padres sobre normas de convivencia y consejos escolares mediante la aplicación del Plan de Derecho Educativo para la Convivencia Escolar (P.D.E.C.E.).
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El PDECE  es un enfoque dirigido a propiciar y facilitar la construcción de la convivencia escolar utilizando el derecho educativo como una herramienta vital para la creación de normas de convivencia que erradiquen la violencia escolar y contribuyan a la formación ciudadana democrática basada en valores de la cultura de paz.
 
         La cualidad básica de este modelo de cambio es su carácter legitimador, centrado en la capacidad de los miembros de la Comunidad  Educativa de la propia escuela para asumir, interiorizar y gestionar el cambio.
        
         Es por eso un proceso de desarrollo que no se produce de modo casual, azaroso o repentino, sino de forma progresiva, constituyendo un auténtico crecimiento desde el interior de la propia escuela.
 
         Estos procesos de desarrollo se pueden organizar en una secuencia de fases que, en cada escuela, y en función de sus peculiaridades históricas y contextuales, se van concretando de distinto modo. Desde el punto de vista de la respuesta a los conflictos de convivencia, las fases pueden ser las siguientes:
 
         1. Creación de condiciones para poder abordar la cuestión de la   convivencia.
        
         2. Revisión general de la situación de la convivencia en la escuela.
        
         3. Búsqueda de soluciones.
        
         4. Planificación de la convivencia en la escuela.
        
         5. Desarrollo y seguimiento del plan de convivencia.
        
         6. Evaluación y propuestas de mejora.
 
         Nuestro modelo de actuación se realiza tratando de implicar a toda la comunidad educativa. Creemos que es una estrategia adecuada porque tiene en cuenta la evidente interdependencia entre los distintos estamentos escolares y sujetos integrantes de la comunidad escolar  a la hora de entender y de hacer frente a los conflictos de convivencia.
 
Si los miembros de una comunidad educativa son responsables de los conflictos también pueden y deben ser partícipes de su solución.
 
         Este planteamiento pretende generar un debate respetuoso y sistemático en cada escuela sobre los temas cotidianos de convivencia, utilizando como herramientas fundamentales el diálogo y la deliberación, además de un conjunto de conocimientos específicos sobre el derecho en la escuela y las soluciones para erradicar el conflicto de convivencia escolar.
 
         En consecuencia, este plan se aleja de otros enfoques, que, sin entrar a valorar lo que de hecho ocurre en la escuela, pretenden poner en marcha un determinado programa de mejora de la convivencia diseñado fuera de la misma
 
 
1. Creación de condiciones para abordar los conflictos de convivencia
 
         Supone preparar las mejores condiciones posibles para que los conflictos de convivencia se puedan abordar desde una perspectiva del Derecho Educativo. Los objetivos fundamentales en esta fase son los siguientes:
 
■ Generar motivación para iniciar el trabajo.
 
■ Clarificación inicial del tema,  desde el punto de vista práctico, partiendo de la situación de la escuela en particular.
 
■ Visión estratégica: Metodología de procesos y procedimientos de colaboración: ventajas y limitaciones de trabajar con este enfoque, de dónde surge, qué otras experiencias existen al respecto).
 
■ Creación del “Grupo Interno” de apoyo al trabajo del grupo.
 
■ Asunción de compromisos en cuanto a espacios y tiempos que van a dedicarse.
 
■ Definición del papel de los asesores, si los hubiera, en el proceso de desarrollo de la escuela.
 
■ Abordar las resistencias y dudas que pudieran suscitarse en el grupo.
 
         La creación de condiciones implica fundamentalmente la búsqueda de sentido al tema que se va a abordar, poniéndolo en relación con las necesidades percibidas por los docentes. Esto requiere clarificar conceptualmente el tema, compartir un lenguaje común al respecto, definir la metodología de trabajo, fijar las expectativas que legítimamente pueden tenerse de cada participante, y abordar con honestidad las posibles resistencias que se puedan producir. Se trata de que la escuela  se encuentre en las mejores disposiciones de motivación y de organización para asegurar un análisis que lleve a prevenir y solventar los principales problemas de convivencia.
 
         Para desarrollar este proyecto será necesario prestar una atención especial a cuestiones organizativas: la constitución de un grupo de apoyo interno al proyecto de trabajo, constituido por personas representativas de los distintos estamentos de la comunidad escolar,  que posean liderazgo interno.
 
         En este sentido, parece aconsejable que alguno de los miembros del equipo directivo y del departamento de orientación forme parte del grupo interno. Esto permite un trabajo más global en la institución. Además, es necesario dotar  a la  escuela de una estructura organizativa que facilite una comunicación constante entre las personas más directamente implicadas en el proceso y todas las demás. También es importante contar con recursos complementarios de formación y asesoramiento, y prever  las necesidades de tiempo, recursos y espacios para el desarrollo del trabajo.
 
 
2. Revisión general de la convivencia en la escuela
 
         Implica organizar un auto-diagnóstico sobre la situación de la convivencia de la escuela, a partir de la reflexión sobre lo que ya se hace, esto es, las prácticas habituales, y la valoración que se hace de ellas.
 
         Para ello, se lleva a cabo una autorrevisión del estado de la convivencia, tratando de ser lo más concreto, realista y claro posible, de tal modo que se obtenga una visión compartida y ordenada por categorías de las principales evidencias en que se manifiestan los problemas de convivencia. En este sentido, es importante no sólo que se especifiquen las situaciones conflictivas sino también que se analice cuáles son las respuestas más habituales que se vienen adoptando en la escuela  para hacer frente a esas situaciones, y la valoración que de ellas se hace. Las categorías son aquellos ámbitos en los que suele concretarse la normativa de funcionamiento de la escuela: espacios comunes, materiales, horarios y relaciones personales, junto con cuestiones que también configuran el clima de convivencia, a saber, los procedimientos que se siguen para que las normas se cumplan y los acuerdos logrados ante su incumplimiento.
 
         La revisión debe poner énfasis en las manifestaciones y evidencias de los problemas, esto es, dónde, cuándo y con qué frecuencia ocurren, quiénes son los grupos y personas habitualmente implicadas, en qué casos se produce una respuesta de algún tipo por parte de los docentes y con qué efectos, o cuál es el papel de las familias. Se trata, en definitiva, de centrar la revisión en hechos concretos, de modo que se eviten generalizaciones improcedentes o explicaciones apresuradas acerca de los problemas. Es aconsejable, por tanto, recurrir a instrumentos elaborados para la recogida de datos en la escuela, tales como cuestionarios, entrevistas, o la observación sistemática.
 
         Tanto en la fase de creación de condiciones como en la de revisión, es sin duda oportuno tomar contacto con una plataforma teórica para enriquecer el análisis de las distintas situaciones conflictivas en los centros, y que a nuestro entender, pueden entrar en las siguientes categorías: disrupción en las aulas, incumplimiento de normas de convivencia en la escuela, vandalismo, agresiones físicas y extorsión, violencia psicológica e intimidación, ausentismo tanto del estudiante como del profesor, y fraude-corrupción.
 
 
3. Búsqueda de soluciones a los conflictos de convivencia
 
Esta fase se dedica a la búsqueda de soluciones a los problemas planteados en la escuela.  La Comunidad Educativa  suele necesitar  formación complementaria; en valores y cultura de paz;  para la búsqueda de estas soluciones y para el trabajo posterior de creación de normas de convivencia. Además, es necesario que se produzcan procesos en los que la creatividad y la utopía se conjuguen con un posterior análisis de la viabilidad práctica  – y de la validez teórica, por supuesto – de las soluciones apuntadas por el grupo.
 
         Como resultado de nuestro trabajo de asesoramiento a escuelas  hemos sistematizado un conjunto de diez líneas o ámbitos de solución a los problemas de convivencia que podría resultar útil para cualquier escuela a la hora de ponerse a trabajar en esta fase del proceso.
 
         A continuación presentamos cada uno de esos diez ámbitos:
 
        Obtener un conocimiento más ajustado del alumnado que permita una mejor respuesta educativa:
 
        Este ámbito de solución se refiere a la utilización en la escuela de procedimientos de conocimiento de los alumnos, de tal modo que, sobre la base de la comprensión de cada situación particular, se pueda dar una respuesta educativa lo más integrada y singularizada posible. Consideramos que estos procedimientos, cuando se ponen en marcha de un modo habitual, permiten actuar de modo preventivo y por tanto anticiparse o abordar conflictos de convivencia en los que están implicados los alumnos. Las dimensiones fundamentales que hay que analizar para la anticipación y atención de los conflictos de disciplina, deben centrarse en aspectos directamente relacionados con las capacidades y destrezas de pensamiento y acción que se encuentran implicadas en la explicación de los conflictos de convivencia. A nuestro entender, son las siguientes:
 
■ Estilos preferentes de enfrentamiento al conflicto.
 
■ Estrategias de resolución de conflictos (negociación, colaboración).
 
■ Estilos de pensamiento (reflexividad-impulsividad).
 
■ Educación emocional y capacidad de descentramiento afectivo (sensibilidad interpersonal, empatía).
 
■ Pensamiento consecuencial (atribución causal de la conducta adquirida).
 
■ Pensamiento creativo y alternativo.
 
■ Razonamiento moral.
 
■ Auto concepto en el sentido de responsabilidad y autocontrol, imagen personal positiva, capacidad de vinculación y modelos de referencia.
 
■ Competencia instrumental.
 
■ Recursos y habilidades sociales.
■ Situación dentro del grupo. Se trata de conocer y actuar sobre una serie de variables que claramente inciden en la aparición o consolidación de los comportamientos conflictivos del alumno dentro del grupo.
 
        Introducir cambios en el curriculum escolar, haciéndolo más inclusivo y democrático y reconstruyéndolo en torno a los valores democráticos:
 
         La introducción en el curriculum escolar de valores democráticos como la no- discriminación, el respeto y tolerancia por culturas ajenas a la dominante, la promoción de actitudes de compromiso individual y colectivo con determinadas aspiraciones (ecología, desarrollo sostenible, consumo responsable, igualdad de oportunidades). Se trataría de construir un curriculum más accesible y plural, adaptado a las diferencias, donde todos los alumnos tengan y encuentren un sitio propio y una oportunidad de éxito. De entrada, como fácilmente puede apreciarse, parece claro que la reconstrucción del curriculum en torno a los valores implica un trabajo de fondo en el nivel de los documentos programáticos de la escuela a más largo plazo, esto es, el Proyecto Educativo y el Proyecto Curricular. Algunas propuestas concretas para dicho trabajo—una vez más, hablando de contenidos de enseñanza— serían las siguientes:
 
■ Compromiso con la construcción de un clima de cooperación en el aula.
 
■ Favorecer que el alumnado efectúe elecciones informadas par realizar las actividades escolares y reflexionar sobre sus consecuencias.
 
■ Legitimar la búsqueda de un nuevo derecho, es decir, aprobar y apoyar normas que eliminen la coerción (sanción) y la sustituyan por la concientización.
 
■ Las actividades deben ser diseñadas de tal forma que su cumplimiento pueda ser realizado con éxito por alumnos con diversos niveles.
 
■ El docente ha de desempeñar un nuevo papel: un recurso para el aprendizaje más que una autoridad.
 
■ La educación debe ser formadora y partir de las experiencias, problemas e intereses del alumno, y el aprendizaje integrarse en su vida cotidiana.
 
■ Enseñar mediante una metodología basada en la investigación y reconstrucción del conocimiento.
 
         Estas modificaciones en el curriculum pueden también contemplar la introducción de nuevos contenidos de enseñanza-aprendizaje, como los propios conflictos de convivencia, de formación ciudadana democrática, de legitimación del derecho etc. que se producen en la escuela y en general en la sociedad. Esto supone un abordaje preventivo de los problemas de convivencia, en el que se trabaje sobre los conflictos y la naturaleza de la violencia, y se aprenda por tanto a analizar e investigar sus causas y consecuencias.
 
        Estimular y consolidar el funcionamiento del grupo-clase, especialmente a través de la elaboración de normas de comportamiento en el aula:
 
         Muchos de los problemas de conducta antisocial tienen lugar dentro del contexto del grupo clase, además de ser éste un espacio privilegiado para importantes procesos de socialización. Sin duda, un grupo-clase que ha conseguido pasar de ser un simple agrupamiento o conjunto de personas, a ser un grupo en el sentido fuerte de la palabra, se encuentra en una situación privilegiada para lograr un mejor aprendizaje. En un contexto de grupo cohesionado, se reduce el nivel de inseguridad y los alumnos se sienten más confiados y a gusto unos con otros y se encuentran menos a la defensiva.
 
         Una de las dimensiones que definen el funcionamiento de cualquier grupo humano es la existencia de unas normas acordadas y consentida por la participación de aquel que tiene que cumplirla. Las normas juegan un papel decisivo dentro del entramado relacional que es un grupo. La falta de concientización normativa o su deficiente elaboración,  puede provocar situaciones de indecisión e incapacidad para hacer frente a los conflictos, dada la ausencia de procedimientos y patrones de resolución de los mismos. Las normas o reglas de funcionamiento de un grupo son más eficaces si son planteadas de modo participativo y han sido elaboradas, acordadas y aceptadas por todos sus miembros, ya que así estaremos favoreciendo su acatamiento por todos y evitando las actitudes saboteadoras, por acción u omisión, que algunos alumnos y/o miembros de la Comunidad Educativa pueden adoptar.
 
        Favorecer la colaboración de las familias con la escuela participando en los procesos de decisión relativos a los temas de convivencia:
 
         Las variables explicativas del comportamiento antisocial son múltiples y diversas, pero sin duda existe acuerdo en que una de las más relevantes es siempre el entorno familiar. Los niños aprenden lo que ven y viven, y si se socializan en ambientes familiares donde predominan estilos de abordaje del conflicto basados en la agresión y la violencia, serán éstos los patrones que tenderán a reproducir.
 
         Pero también es cierto que la cantidad y la calidad del apoyo para la resolución de conflictos con la que cuenten las familias son determinantes para que éstas incorporen estilos más o menos pro-sociales de enfrentamiento a los conflictos. Sabemos que existe una serie de elementos del entorno familiar que puede condicionar la capacidad de respuesta educativa de las familias. Nuestro objetivo será abordar y tratar estos aspectos, de tal modo que, a través de la formación, pueda mejorarse el repertorio de habilidades educativas básicas de los padres y madres. Así, las familias pueden asumir su responsabilidad educativa de forma más eficiente, haciendo realidad esa idea de que la educación es responsabilidad compartida entre las familias y el docente. Esto implicará prestar atención especial a aspectos tales como: Expectativas familiares sobre la conducta y el rendimiento académico, atribuciones, estilos de abordaje de los conflictos, grado de fomento de la autonomía personal, actitudes familiares dominantes, apoyo a las tareas escolares, y fomento de adquisiciones culturales.
 
        Tomar medidas que afronten la influencia del contexto social cercano del alumno:
 
         Implica abrir la escuela al entorno inmediato donde se mueve el alumno. Conocer y analizar el contexto social en el que se desenvuelve el educando puede servir como recurso de motivación, al tiempo que puede ayudar a que los educadores se sitúen más adecuadamente respecto a los alumnos, al contar con más elementos para entender su comportamiento en clase. Este conocimiento del contexto puede servir, por una parte, para anticiparnos a los problemas y conflictos de convivencia que puedan surgir y, por otra, para rentabilizar los recursos que existen en el entorno en esa misma dirección (ofertas culturales, programas educativos, asociaciones de barrio y demás). Algunas líneas de actuación pueden ser: programas de apoyo y refuerzo educativo a la tarea de las escuelas, recursos orientados a potenciar el carácter educativo de los municipios (campañas de sensibilización, alternativas de ocio, voluntariado, educadores de calle, formación de padres) junto con una atención específica en las sesiones de tutoría a los temas de interés vital y social para el alumno.
 
        Revisar y mejorar las estrategias docentes de gestión del aula: interacción verbal y no verbal, discurso docente, estilo motivacional y reacción inmediata a la disrupción:
 
         Supone dedicar un tiempo a revisar y potenciar las habilidades y estrategias que el docente despliega en el contexto del aula, haciendo hincapié en las que tienen que ver con los comportamientos disruptivos del alumnado. Los aspectos a revisar incluirían: distribución del espacio y del tiempo, discurso del docente  e interacción verbal y no verbal, reacción inmediata ante la disrupción, estilo motivacional, gestión de actividades y tareas, uso del elogio y refuerzo, y uso del poder y la autoridad.
 
        Desarrollar en todos los miembros de la comunidad educativa habilidades sociales de comunicación y de resolución democrática de conflictos:
 
          Este ámbito incluye la reflexión y el análisis sobre el aspecto más técnico de la resolución de los conflictos, en el sentido de que se trata de manejar procedimientos para los que son necesarias habilidades en cierto modo especializadas. Tales técnicas y habilidades no pueden ser presentadas de modo aséptico, sino reforzando una determinada concepción educativa caracterizada por apostar por unos principios y valores centrales, tales como la justicia, la tolerancia, el respeto, y, por supuesto, la creencia de que los conflictos pueden convertirse en elementos al servicio del encuentro entre las personas. En el campo de los estudios sobre educación para la paz (ver sobre él tema:http://www.articuloz.com/escuelas-articulos/las-normas-de-convivencia-y-la-paz-5643567.html) se han ido construyendo propuestas educativas con gran fundamento e interés para hacer frente a los conflictos de convivencia: estrategias de mediación, estrategias para hacer frente a la hostilidad, desarrollo de habilidades sociales, y métodos de ayuda entre iguales.
 
        Crear instrumentos y estructuras en el nivel institucional de la escuela para promover una convivencia más racional y saludable (nuevas comisiones, grupos de mediación, defensor del estudiante, asociaciones, actividades voluntarias, campañas):
 
         Implica el desarrollo de medidas organizativas pensadas para prevenir o atender los conflictos de convivencia en las escuelas. Incluye elementos tales como organización de horarios, selección de materiales, recursos personales (configuración de grupos de alumnos, trabajo del docente), cultura organizativa (procedimientos de participación de los distintos miembros de la comunidad educativa), creación de servicios educativos orientados a la atención de los conflictos en la escuela (equipo de mediación escolar, comisiones de convivencia), organización de espacios comunes, uso de los apoyos y refuerzos, y salidas de confraternización entre los integrantes de la comunidad educativa.
 
        Trabajar con las normas de convivencia en la escuela (proceso de elaboración de las normas, procedimientos para su aplicación y procedimientos a seguir cuando son infringidas):
        
         Este ámbito se refiere a los procesos de trabajo en las escuelas  sobre un tema tradicionalmente asociado a la resolución de los conflictos, a saber, el diseño y puesta en marcha de acuerdos y normas de convivencia. Las normativas de convivencia se pueden convertir en un espacio de planificación burocrática, o por el contrario pueden suponer un proceso de legitimación del derecho en la escuela por medio del aprendizaje cívico y democrático de gran valor. A nuestro entender, esto ha de suponer no sólo que se realice con la participación de los distintos miembros de la comunidad educativa sino que también se aborden y justifiquen educativamente, desde una perspectiva de bien común para la escuela. Para lograrlo debe contar con los siguientes elementos: Unas normas creadas y aceptadas por todos, los valores que las justifican, los procedimientos que se van a seguir en la escuela para asegurar su concientización y cumplimiento, así como la respuesta que se dará ante su incumplimiento.
 
        Garantizar las condiciones mínimas de seguridad en la escuela: seguridad física y respuestas específicas ante situaciones graves:
 
         Este ámbito tiene que ver con fenómenos que alteran gravemente la vida de un centro escolar (extorsión y agresiones graves, uso de armas, etc.). Las actuaciones educativas en este ámbito han de recoger  las consideraciones que hacíamos respecto a cómo actuar después de un episodio de violencia.
 
         Es a todas las personas afectadas por un episodio traumático, tanto a los participantes directos como a los espectadores, que no dejan de ser también participantes, aunque pasivos. Hay que reconocer el carácter complejo de los fenómenos violentos, así como tener presente que no sólo se manifiestan a través de la violencia directa y visible, sino que tienen también un substrato cultural y estructural que es clave para comprender y explicar tal violencia directa. Ante fenómenos de este tipo, la escuela debe tomar decisiones de gran relevancia en relación con la policía, la prensa, y las instituciones del entorno ciudadano inmediato. Al mismo tiempo, tendrá que plantearse la atención psicológica a los alumnos implicados, lo que en muchos países está llevando a contar con nuevas figuras profesionales que enlacen con servicios de atención psicológica postrauma.
 
 
4. Planificación de la convivencia en la escuela
 
         Esta fase comienza a partir del momento en que la escuela se encuentra en condiciones de llevar a cabo las soluciones que se han seleccionado, elaborado y dado prioridad. La planificación en este marco de trabajo es entendida como una guía para la acción y en ningún caso como un mero proceso burocrático de elaborar documentos. Además, la planificación ha de entenderse como un proceso dentro de otro proceso más general al que sirve, y que no es otro que el desarrollo y la mejora de la escuela, en este caso relacionada con la construcción de un clima de convivencia que sea capaz de anticiparse y hacer frente a los conflictos.
 
         Los objetivos generales en esta fase son los siguientes:
 
 
■ Elaborar un plan que recoja de modo sistemático los acuerdos y justificación de las soluciones planteadas en la escuela y un conjunto de decisiones de índole estratégica sobre el modo de desarrollar las actuaciones (responsables, tiempos, evaluación).
 
■ Desarrollar la planificación en dos niveles fundamentales: el plan con la comunidad educativa para concientizar y realizar los acuerdos, y el plan para realizar el seguimiento de la convivencia del alumno por parte del docente.
 
         Esta es una fase imprescindible para abordar de un modo sistemático y estructurado lo elaborado en torno a las soluciones. Sin embargo, nuestra práctica como asesores muestra que la escasa y predominantemente negativa experiencia que ha acumulado el docente en relación con la elaboración de planes y su concreción en documentos, hace muy difícil seguir un proceso ordenado y riguroso de planificación. Existe, por tanto un riesgo considerable de que esta tarea acabe resultando puramente burocrática, lo cual la desvirtuaría por completo. El plan que se elabore debe concebirse siempre como un instrumento útil al servicio del docente. Un esquema que hemos utilizado en algunas escuelas para guiar la planificación y que nos pareció eficaz, debido a su sencillez y a su capacidad de ordenar un proceso coherente de planificación, incluye los siguientes elementos:
 
■ Justificación de la importancia de la solución elegida, para lo cual se puede utilizar como referencia fundamental el análisis realizado sobre las soluciones en la fase anterior.
 
■ Objetivos educativos que se pretenden alcanzar con la puesta en práctica de cada una de las soluciones.
 
■ Medidas o acciones concretas que conlleva el desarrollo de cada solución.
 
■ Evaluación de dicha solución: qué, cómo, quién y cuándo se va a realizar la evaluación.
 
         Los acuerdos y normas de convivencia;  si no se plantean burocráticamente;  puede convertirse en un instrumento de reflexión y de consenso de las comunidades educativas para prevenir y hacer frente a los conflictos de convivencia. Una estrategia que hemos utilizado en algún caso, y que consideramos  de mucho interés, consiste en trasladar la planificación sobre la solución o soluciones elegidas a los ámbitos de planificación docente de la escuela. Esta estrategia contribuye a potenciar y fortalecer la estructura pedagógica natural del establecimiento educativo.
 
         Paralelamente a la elaboración de los acuerdos y normas de convivencia acordadas en la escuela,  puede ser oportuno incluir una previsión de actuaciones para apoyar el desarrollo del plan: desarrollo de actividades formativas específicas y la regulación de los mecanismos organizativos conducentes a asegurar la cobertura del plan: horarios de  capacitación docente, previsión de reuniones para efectuar el seguimiento, inserción en los documentos de planificación del establecimiento escolar de las medidas dispuestas, etc.
 
 
5. Desarrollo y seguimiento del Plan de Convivencia
 
         En esta fase nos referimos a un aspecto o fase fundamental en este marco metodológico o estratégico de trabajo. Parece suficientemente contrastada en el campo de la teoría de la innovación, la idea de que donde realmente se deciden los proyectos es en el terreno de la práctica. En el día a día; en otras palabras, no basta con tener un plan o un proyecto, por bueno que sea y por muy bien que esté justificado, para que se lleve a la práctica. Tendremos que dedicar un tiempo a apoyar la preparación para la puesta en práctica del Plan de Derecho Educativo para la Convivencia Escolar (PDECE).
 
         Esto implicará el desarrollo de una serie de iniciativas, como: elaborar materiales, establecer indicadores para evaluar el grado en que los objetivos se van cumpliendo, elaborar planes estratégicos que permitan secuenciar las actuaciones de modo realista, disponer de apoyos, etc. En definitiva, se trata de establecer una relación de acuerdos, responsabilidades e infraestructuras que garanticen que el plan se hace viable en la práctica. En nuestro caso, podría ocurrir que algunas normas de convivencia que se consideraron fundamentales, no puedan mantenerse en el plan porque el coste de su puesta en vigencia sobrepasaría las posibilidades del grupo y de la escuela.
 
         Los objetivos generales de esta fase son los siguientes:
 
■ Efectuar el análisis de la práctica, compartiendo experiencias concretas con la comunidad educativa y reflexionando sobre las mismas.
 
■ Llevar a cabo el seguimiento del proyecto intentando explicar por qué ocurre lo que ocurre y, a partir de ahí, realizando propuestas de mejora sobre los temas acordados, mediante la revisión de los acuerdos logrados, manteniendo en la practica un derecho abierto.
        
         Algunas propuestas concretas que consideramos de interés para enriquecer esta fase, son:
 
■ Potenciar el seguimiento del proyecto a través de subgrupos y comisiones.
 
■ Recuperar en algunas sesiones de seguimiento las consideraciones realizadas en las sesiones de formación que se han desarrollado en otros momentos del proyecto.
 
■ Intercambiar formación entre docentes de la escuela y de otras escuelas.
 
■ Utilizar los objetivos del plan para la formulación de los criterios e indicadores para efectuar el seguimiento.
 
■ Favorecer el uso de instrumentos (por ejemplo, entrevistas y cuestionarios) que faciliten la participación, en calidad de informantes, del mayor número de personas.
 
 
6. Evaluación y propuestas de mejora sobre el Plan de Convivencia
 
         La evaluación del Plan de Convivencia consiste en un conjunto de procesos y procedimientos que nos permitan recoger información para fundamentar un diálogo y un análisis crítico entre todos los implicados y participantes. Se puede distinguir tres maneras de desarrollar la evaluación en el contexto de los procesos de cambio y mejora de la escuela; “evaluación del cambio y de la mejora, evaluación para el cambio y evaluación como cambio y mejora.
 
        La evaluación del cambio  se concretaría en un proceso de diseño, recogida, análisis e interpretación de datos que permitiera obtener una visión sobre los logros y no logros del proyecto de mejora. Supondría realizar un balance sumativo, que permita extraer conclusiones y formular algunos principios explicativos sobre lo sucedido.
 
        La evaluación para el cambio  tiene un carácter más formativo, y por consiguiente no terminal. Se trata de establecer procedimientos que aporten a los integrantes de la Comunidad Educativa la información necesaria para tomar las decisiones que procedan, averiguar qué es lo que va pasando en todo momento para poder adoptar las decisiones oportunas de cara a la mejora continua del proyecto. Consiste en valorar comunitariamente los progresos realizados así como los contenidos, actividades y resultados parciales obtenidos.
 
         Finalmente, se contempla una evaluación como mejora y cambio. Intenta reflejar la idea de que todo el proceso en sí ha de ser evaluativo, ya que todas sus fases suponen un marco de evaluación desde y sobre la realidad, intentando ajustar las actuaciones a la misma. El deseo de potenciar el cambio y la mejora de la escuela por parte de la Comunidad Educativa implica una determinada manera de autocontrol de lo que se está haciendo para disponer permanentemente de las evidencias que se están obteniendo y corregir in situ las posibles desviaciones que el desarrollo del proceso esté produciendo.
 
         Los objetivos generales de esta fase son los siguientes:
 
■ Evaluar la incidencia de la mejora de convivencia en la escuela, tanto en términos de resultados visibles como de los procesos seguidos para conseguirlos.
 
■ Formular propuestas orientadas a la institucionalización de las mejoras en la escuela (inserción en documentos institucionales, difusión de lo realizado, etc.).
 
 
Conclusión
 
         Como colofón de este documento, y sin pretender una síntesis de todo lo dicho hasta aquí, cabe sugerir que, desde el modelo que proponemos, las escuelas deberían considerar los siguientes aspectos fundamentales para crear y mantener un clima de convivencia pacífica:
 
■ Partir de la realidad de la convivencia en la escuela, efectuando un análisis serio y exhaustivo de la situación teniendo en cuenta la perspectiva de todos los miembros de la comunidad educativa.
 
■ Mantener en todo momento una actitud de cierta distancia y racionalidad ante los problemas, haciendo realidad el principio de “pensar antes de actuar”.
 
■ Crear canales – tanto institucionales como informales – de comunicación y potenciar un clima de confianza en la escuela, promoviendo la escucha activa.
 
■ Desarrollar actitudes de participación, aceptación y confianza entre todos los miembros de la comunidad educativa.
 
■ Manejar técnicas de resolución pacífica de conflictos que sean coherentes con modelos teóricos de resolución de conflictos de convivencia escolar.
■ Disponer de asesoramiento y recursos metodológicos para sistematizar el trabajo.
 
■ Construir una autoridad educativa –Consejos Escolares- basada en la coherencia, la conciliación, la argumentación pacífica y respetuosa, y el criterio compartido.
 
         A través de nuestra propuesta formativa hemos presentado un modelo de afrontar los conflictos desde una perspectiva de colaboración, en la que todas las partes implicadas puedan verse como protagonistas en la transformación de la realidad, hacia la creación de acuerdos y normas de convivencia escolar que contribuyan a la educación ciudadana y la paz social

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